La cuarentena para mí, inició a finales de marzo, después de cierta incertidumbre de no saber, si por donde trabajo, se nos daría esa oportunidad de resguardarnos.
Yo sé que muchos están sufriéndola, otros están inconformes, otros simplemente se dejan llevar y les da igual pero yo la agradezco.
Por la cuarentena tuve la oportunidad de pasar los últimos días en casa con mi adorada perrita, ella llegó hace 15 años cuando yo lo tenía todo, a mis padres, cero responsabilidades más que ser una jovencita atrabancada, una casa hermosa, despensa (esto será gracioso para los que me conozcan) y no sabía todavía que la vida te va quitando de a poco, arrancando pequeños trozos del corazón. En fin, a Moira (la perrita) le pesaban mis ausencias por mis largas jornadas de trabajo; de todos los que viven conmigo en esta casa (tres gatos y ella) era la única que lo sufría de verdad. Y no quiero profundizar sobre lo mucho que me dolió tener que decidir terminar con su vida cuando ella me lo pidió, ni las circunstancias en las que escribo este texto (escuchando “sleep on the floor de la banda The Lumineers”, recomendada por una persona que quiero mucho y que justo nombra la forma en la que pasamos nuestro última noche juntas); sólo quiero explicar el sentimiento ambiguo que siento entre agradecimiento por una pandemia que me obligó a estar presente cuando ella decidió partir, poder verla y escuchar su solicitud de partir, pero también un sentimiento de melancolía que me inunda de pensamientos sobre la ausencia.
Y esto me lleva a la ausencia que se siente en las casas, en las calles, en la ciudad… la ciudad que nunca duerme. De nuevo surgen en mi sentimientos ambiguos, por un lado el #QuédateEnCasa pudiera parecer un privilegio clasista que no está al alcance de todos, ni en sus posibilidades, porque hay un gran número de personas que viven al día y las calles son su única oportunidad, la oportunidad de vivir, de sobrevivir; las calles vacías para ellos significa la muerte lenta. Pero también puede significar un acto de amor, un acto de autoaislamiento para proteger lo que más se quiere, para algunos será la vida, para mí es proteger a mi familia (la de sangre y la elegida), por lo que me alejo de aquellas personas que siempre han estado a mi lado y que seguramente hubieran estado en el momento en el que sufrí otra partida y que han estado en las otras que he sufrido, cuidarlas estando lejos y no ser yo la causa de perderlas.
En fin, pareciera que la vida nunca puede ser justa con todos y cada uno y “al final acabamos locos y solos” como escribió Bukowski.
Texto y fotos: Laura ReBor
IG: laurebor
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