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Postal Urbana

La primavera vista desde mi jardín

“Cómo arden las mañanas que no vivo

Cuando me alejo de la voz y la palabra,

Cómo se rompen los pasos que no doy

Cuando el silencio se pone de pie y grita…”

Julio Casati, Un día más… un día menos

El 13 de marzo fue el último día que estuvimos juntos, días antes ya no nos saludábamos, es decir, no como antes, recuerdo que más de una vez y no menos de tres me quedé con la mano extendida. Además, sabíamos que ninguno de nosotros estaba ni por mínimo contagiado, al menos no en nuestro grupo. Ese viernes como cada viernes comimos juntos, salimos de la oficina juntos y regresamos juntos, dos horas después nos mandaron llamar, nos dijeron que era nuestro último día en la oficina, las palabras de nuestro director fueron: “Debemos de asumir que esta situación se volverá crítica, no vamos a esperar a que nos digan lo que sabemos que tenemos que hacer”.

No sabíamos ni por mucho a que nos estaríamos enfrentando, ni las historias que con ello iban a venir, en mi caso estaba tranquilo porque iría a casa, tantos años de paso por ahí, pero nunca viviendo en ella. Aunque nuestras caras eran de preocupación, sabíamos por las noticias y los comentarios de la oficina lo que estaba ocurriendo en Italia, especialmente en Milán por la matriz y en Venecia por aquellos que se perdieron el carnaval.

Start it tonight. Nobody knows when is gonna end. This is not

a home-office, it is actually a homesick.

Siete días después todo era sal, sal… con cubrebocas, con esa frase terminaba la conversación. En ese punto no sabía si era salir o si se refería al pañuelo ostensiblemente salado por haberlo usado todo el día, o al mal augurio que a algunos le provoca el derramamiento de la sal. Lo único cierto era que la primavera estaba cerca, aunque ya había restricciones en la movilidad, aún las cosas estaban relajadas, al menos en esta ciudad.

Que la cuarentena sea rápida y que todos salgamos librados.

Desde la casa de Páez vimos un concierto en Cuarentena, Fito y su piano y 400 mil conectados escuchábamos al unísono “regálame un beso y no te aflijas” y se me vienen las lágrimas, porque cuando pudimos no lo hicimos y ahora nos lo han prohibido.

Y desde casa cantábamos: “Y si acaso no brillara el sol, y quedara yo atrapado aquí, no vería la razón de seguir viviendo sin tu amor, ah”

Estaba solo y no me había dado cuenta, estaba encerrado y fue entonces que lo noté, me senté en el piano de la imaginación y con los ojos cerrados toqué y toqué hasta que me dije no puedo más, no hay nadie que me escuche.

Un día antes, el 19 de marzo, a las 21:49 hora del centro para ser más preciso, se había dado el equinoccio de primavera, ahora no hubo aquellas extrañas manifestaciones de energía en aquellos lugares que en otrora época fueron lugares sagrados para los sacrificios humanos.

Los días de invierno aún no terminaban, las noches eran frescas y las mañanas frías, no lo estábamos notando, pero ya estábamos en primavera.

Esa noche en el canal sionista, el rabino expuso como una forma de explicar el perdón el siguiente ejemplo: “El papá le preguntó a su hijo quien parecía siempre enojado con él, “Hijo, cuando yo muera ¿vendrás a mi entierro?”. El hijo le contestó: “Papá, podré estar molesto contigo, pero por supuesto que estaré en tu funeral”. El padre le preguntó: “¿Por qué no vienes ahora que estoy vivo?”

Cerré los ojos y vi a mi padre anciano, no está enfermo, lo único que tiene es que está vivo… tomo mi libro de Sabines e intento dormir, no es fácil hacerlo cuando no se está cansado.

Y pareciera que no te busco, que no me importas, que no te leo, que vivo distraído.

Lo que no sabes es que antes de dormir te leo, me imagino en tus sueños, mientras duermes; acaricio tu mirada con un beso y te cobijo con mis brazos.

Cuando despierto te leo y eso me hace feliz.

Ha pasado un mes desde aquella noche de primavera, y en todo este tiempo y en todos estos días se han dicho muchas cosas, se han contado muchas historias, algunas ciertas, otras no tanto. Como alguna vez lo dijo José Mujica, “Vivir es convivir, es ser solidario, no podemos hacerlo solos, nos necesitamos los unos a los otros. Las grandes culturas sobrevivieron y fueron grandes por su solidaridad, si no lo hacemos, nuestro destino será la extinción.”

En estos tiempos de cuarentena, tiempos de COVID-19, no tenemos más remedio, más camino que ser solidarios, en todos los aspectos, en todos los sentidos, todos los días muere alguien, cada vida y cada muerte es una historia que contar, si algo somos y algo nos debe de diferenciar es que somos humanos, por lo tanto, hagamos que esto suceda, aún quedan más días en la cuarentena, dicen que viene lo más difícil, que viene lo más desigual.

Ahora te matan desde lejos, alguien que ni siquiera te conoce.

Te matan la poesía, y ahí muere el espíritu, muere el alma.

La libertad es seguir tus deseos e inclinaciones, cuando eres autosuficiente económicamente, cuando puedes crear riqueza por tus méritos, cuando comienzas a tributar para el bien de tu comunidad, cuando comienzas a crear, cuando eres capaz de realizar tus sueños, entonces eres verdaderamente libre.

Es verdad que somos presas del pánico, que por instinto nos refugiamos, estamos esperando a que pase la tormenta, aún no sabemos de cuánto será el daño, que eso no nos importe ahora, que lo que nos importe sea nuestra solidaridad. No hay duda, sabremos levantarnos, me volveré a reunir con mis compañeros de trabajo y si todo sale bien nos daremos ese abrazo que el último día juntos en la oficina no nos dimos.

Cuando termine la cuarentena visita al que más necesita, al que menos tiene, al que le hace falta tu abrazo, tu cariño y solidaridad.

Ha pasado un mes y no he visto a mi padre, aún es tiempo.

Dicen que las relaciones amorosas deben de durar mientras ambos son felices, no más tiempo. La primavera eso es, una estación que se repite siempre que hay amor. Ahora la primavera la he visto desde mi ventana, desde mi jardín.

Con cariño para mi padre, que espero aún me reciba y así

estemos en Fase 10 le debo un abrazo.

22 de abril de 2020

Víctor Alba

Ciudad de México

Víctor Alba escribe lo que ve, lee y le gusta, lo hace como una necesidad de poder continuar y seguir adelante, es algo que lleva adentro.

Blog: bicicletacafeypoesia.wordpress.com

Twitter: @victorginec

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