“¿Qué es una ciudad? Es un lugar donde el silencio no existe”
Elsa Herrera Bautista
“La ciudad es una máquina adictiva de la cual no hay escape”
Rem Koolhas
Todos los días la vivimos: su caos, sus maravillas, sus rutinas y sus rincones escondidos. Todos los días la ciudad nos invade: la ciudad, mi ciudad, todas la ciudades del mundo entran por la ventana antes de que amanezca, luces, pájaros que vuelven, el aire contaminado, los ruidos de camiones y de gente que se desplaza. Todos cruzamos la ciudad, vamos de aquí a allá. Siempre tenemos prisa, nunca alcanza el tiempo para nada. Todos los días entramos a la ciudad y la vivimos. Hay asaltos, hay muchos autos, el transporte público siempre va lleno de gente, la gente se enoja, miles de personas se maquillan y desayunan rodeados de otras miles de personas. Por todos lados hay millones de historias individuales que se juntan y se separan en las calles, las oficinas, las plazas, el metro, los taxis, los millones de autos. De pronto en las ciudades dos extraños se miran y sonríen, luego cada quien continúa su camino. Mi ciudad es un espacio infinito de caos, gente y ruido. Pero también en mi ciudad ocurre que la luz golpea una pared, que un árbol crece entre el concreto, huele a tacos deliciosos, que alguien canta en medio del caos, atardece y las nubes dan un espectáculo impresionante. Esta ciudad, mi ciudad, no es precisamente hermosa, pero también lo es: es fea y bonita al mismo tiempo.
Hace algunos años yo no quería estar aquí. Durante mucho tiempo no me sentí a gusto en estas calles y entre estos ruidos. Pensaba que un día me iría a otro lugar. Y de pronto sucedió algo muy raro y muy simple: me enamoré de mi ciudad. Ese amor sucedió caminando calles que no conocía, descubriendo la heladería más vieja de la ciudad, volviendo a recorrer espacios que conocía bien pero a los que no había vuelto, descubriendo lo que había en barrios desconocidos, comiendo tacos en las calles, tomando un café en una cafetería que lleva años ahí y donde hay gitanos de las Islas Canarias, escuchando el ruido de los trolebuses en la noche, encontrando librerías.
Un día abrí los ojos y la vi, insisto, fea y bonita, pero vital.
Hay una película mexicana de 1956 que se llama “Del brazo y por la calle”, la dirige Juan Bustillo Oro y tiene tres protagonistas, así lo muestran los créditos: Marga López, Manolo Fábregas y la Ciudad de México. Ahí los personajes viven su historia personal, inmersos en la historia de todos. Es una película que habla del amor-odio a la urbe y que habla de cómo está presente en nuestras vidas, todos los días. Es un habitante más de nuestras casas. Muestra una ciudad llena de vida porque millones la habitamos, la cuidamos y la sentimos.
Un día, como por acto de magia, descubrí que ésta era mi ciudad y que la amaría siempre, aunque en el mismo día la pueda odiar y amar simultáneamente.
Lo que queremos en Postal Urbana es compartir este sentimiento: mostrar y compartir cómo construimos nuestras ciudades. Bienvenidos a su ciudad.
Texto y Fotografías: Mauricio Álvarez
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