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Postal Urbana

El invierno en las calles y en los dedos

“Son preguntas inútiles para este invierno

no se las puede echar al fuego para que ardan”

Juan Gelman


Pienso en el invierno: comienza con la noche más larga del año, esa noche, como todas, acaba y vuelve el sol. Para muchas culturas es el triunfo de la luz sobre la obscuridad, por eso los mexicas celebraban a Huitzilopochtli durante el solsticio de invierno. Mientras avanza el invierno los días van ganando minutos de luz, pero también avanza el frío. En esta ciudad enero y febrero son helados, pero casi siempre hay sol. En el cono sur el mes más frío del invierno es agosto. Es tan extraño ese desfase entre los hemisferios, mientras acá nos congelamos ellos viven el verano plenamente: una palabra como enero, para nosotros es una idea fija de manos frías, humo por la boca y calcetines para dormir, para el sur significa pies descalzos, playa, calor y humedad.


El invierno me gusta porque uno se defiende con cobijas, con guantes (a mí me gustan los mitones, los guantes que dejan sacar los dedos), con capas y capas de ropa, con chocolates y pan. Huele a mandarina. Es un tiempo perfecto para salir a las calles de la ciudad y conocer lugares que vendan café o pan o sopa; para pasear un rato y buscar refugio del aire frío en la cineteca o en una librería; para caminar por los viveros de Coyoacán y ver las hojas secas, la luz que pasa entre los árboles; para llegar a casa y beber algo caliente, con jengibre y con miel; también para decidir no salir de casa; para pensar en comida y aprender a cocinar algo. También, en el hemisferio norte, es una posibilidad de pensar en lo que haremos durante el año: encerrarse entre sábanas calientitas y pensar en lo que se puede lograr en el año que comienza.


Quizás con la modernidad hemos perdido la oportunidad o las ganas de disfrutar de la posibilidad del frío. Nos quejamos del frío. Nos congelamos. Hace mucho era la época de juntarse en casa y escuchar las historias de los abuelos alrededor del fuego. Deberíamos aprovechar que el frío cada año es más intenso para juntarnos alrededor de una nueva forma del fuego: un libro, una película, los amigos, la familia, un gato, un café, un programa de radio… y escuchar de nuevo. Habría que buscar la manera de tomar ventaja de que afuera hace frío para hibernar de alguna manera, tomar fuerzas o aprender y lograr cosas que queremos hacer o terminar.


Pienso en el invierno: me gusta escuchar a Sigur Rós y a Portishead y sentir el aire frío en la cara en las calles, sentir el invierno entre los dedos mientras reviso mi Instagram y veo fotos de la gente en el sur en pleno verano y de la gente más al norte rodeados de nieve; me gustaría que en la Ciudad de México hubiera (mucha más) niebla o (a veces) nieve, que el invierno fuera un poco más feroz. Me gusta que haga frío, que haya día chilangos de frío y sol. Porque aunque hoy, mientras escribo esto, me congelo, sé que el tiempo avanzará y que conforme los días se vayan haciendo más largos vendrán las jacarandas, luego las tormentas de verano y luego, siempre, se repetirán los días de frío y, de nuevo, volverá el sol después de la noche más larga del año. Y volverán las mandarinas.




Fotógrafía: Ivan Petushok

Norilsk, Rusia

Instagram: @modern_russian_romantics

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