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Postal Urbana

Capítulo II: La paleta Supercoco

A medida que las personas crecemos vamos perdiendo esas pequeñas cosas que hacen de nuestra estancia en lo terrenal algo increíble, los sabores, las sorpresas, el asombro y las sensaciones van de a poco tornándose en algo normal, grisáceo.


Es entonces cuando logras identificar con precisión esas cosas que te vuelven a llevar a lo asombroso. Hace poco, en una azotea de la Cosmopolita Ciudad de México, llegó a mis manos uno de esos faros de asombro dentro de un paisaje que como ya expliquése vuelve cada vez más gris: hablo de la paleta  Supercoco.


El turrón Supercoco es un dulce colombiano del Departamento de Caldas en el centro de Colombia y, como era de esperar, no llegaría a mi, en el centro de México si no fuera por los viajes, fue así, gracias a un amigo que se trasladó de ciudad a ciudad y que decidió traer un presente a sus compañeros, presente de esos que no es de los más opulentos, pero que pueden trasladarte en distancias y también en el tiempo.


Recuerdo perfectamente como me sorprendió, la envoltura era de un color verde hoja con vivos en amarillo que decían “supercoco”. Nunca en mi vida lo había visto. Después, al quitar esa envoltura descubrí una pelotita color caramelo del cual se desprendían picos y cuentas las cuales hacían pedazos de coco rallado y tostado, olía de maravilla, no era totalmente dulce, ni tampoco predominaba el coco, era más bien un logrado equilibrio que te invitaba a probarlo.


Las primeras sensaciones cuando por fin pude llevarla a mi boca y degustarla fueron el volver a probar un tipo de caramelo que ya no se encuentra en la Ciudad de México, como el caramelo que hace mamá con azúcar derritiéndose en un sartén, pero que no empalaga y como si se tratara de una maquina del tiempo me desconectó, me trasladó; sin duda pude sentir como mi piel se erizaba y mis pupilas se dilataban al tocar esa paleta con mis papilas gustativas.

Fue entonces que me volví a sentir un niño de escuela primaria, me trasladé a la banca frente a la dirección de mi escuela, estaba nuevamente ahí sentado con una paleta Tupsi pop en mis manos, viendo a todos jugar y yo hipnotizado con la vista fija y perdida,enfocándome en como de cada chupada se desprendía un sabor nuevo, primero y de vuelta en 2020 encontraba el caramelo, que a su vez descubría los cachitos de coco tan frescos que se podían masticar y sentir como salía de su interior un sabor a coco tostado magistral.


No sé cuanto tiempo estuve ahí, hipnotizado; saboreando; recordando los sabores de mi infancia; intentando encontrar un nuevo pasaje en aquella pelotita que se iba haciendo más pequeña cada que pasaba entre mis dientes, mis mejillas y mi lengua, y la cual rogaba que no se acabara, pero que como todotuvo su final. Esa máquina del tiempo quedó reducida solamente a una varita de plástico verde y yo, yo regresé a mi en buena hora para agradecer a mi amigo por el regalillo y para anhelar un viaje a Colombia donde pueda buscar más sabores, más experiencias y sobre todo más Supercoco.


-Grassouillette


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