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Conexión no perfección

Vivo en un mundo bilingüe, la mayoría de las personas con las que convivo diariamente en la oficina no son de esta ciudad, las palabras que más escucho de mis colegas venezolanos son: vaina y verga, palabras que no significan lo mismo aquí que allá.


Elvira es de Kazajistán o Kazakhstan, un país inmenso con apenas 18 millones de habitantes, hablan en su mayoría turco y variantes del kazajo o Kazakhs, aunque Elvira dice que la lengua oficial es el ruso y que si quieres estudiar la preparatoria o niveles superiores debes hablarlo bien, en la universidad se permite hablar en kazajo o ruso pero nunca en turco, las universidades son bilingües con maestros rusos en su mayoría, ella nos cuenta que no tiene una lengua que le dé identidad, sus abuelos hablaban turco, sus padres kazajo y ella por necesidad y cuenta propia aprendió el ruso. Cuando llego a Eni para trabajar en Singapur hizo del italiano la lengua para comunicarse con sus jefes y su novio, ahora esposo, y el inglés para comunicarse con el resto; así que en un día común y corriente en esta ciudad, ella necesita hablar español para comunicarse con la gente que le cuida a su hija, italiano con los capos e inglés con nosotros.

Mientras platicábamos me di cuenta que Jaxon cuando se dirigía a ella en inglés cambiaba su acento y su pronunciación se volvía más gutural, lo noté porque cuando llama a Houston su acento es más, digamos americano, es entendible, porque por ejemplo un gringo no te va a entender si insistes en decir que Juan Daniel Toledo se dice Juan Daniel Toledo y no Uan Dañel Tolirou.

En Eni el idioma de trabajo es el inglés, pero estamos tan influenciados con el italiano que muchas veces en lugar de decir mamá, decimos la mama; invariablemente al saludarnos o despedirnos decimos ciao o Tutto benne? para saber si todo está bien.

Justo por estos días hubo una serie de conferencias de energía en las que Eni participó, ahí me encontré a un amigo de la Universidad, no recordaba su nombre, me dio mucha pena no saberlo; me recordó que se llama Arturo; nació y creció en Milpa Alta, en aquel entonces le decíamos “El Paisa”. Era, recuerdo bien, una eminencia matemática en todos los sentidos, nos burlábamos prejuiciosamente de él por su aspecto y su acento pueblerino, recuerdo que cuando le platicaba algo siempre me decía adio poco sí, en muchas ocasiones no hablaba en plural, para él todo era singular. Un día nos platicó que su papá le había comprado uno teni para la carrera, nos contó también que sus abuelos le hablaban en náhuatl pero que él nunca les hacía caso, no porque no les entendiera, sino porque no quería que se burlaran de él como lo hacían con sus papás. Cuando nos volvimos a encontrar me enseñó fotos de Arabia Saudita, me contó que es el jefe de ingeniería en la construcción de una petrolífera en el desierto y que gana los no despreciables $15,000 dólares por mes y que había ido a una carrera de camellos, se despidió de mi sin antes decirme, allá no necesitamo dinero, nos paga todo la companía. Le di un abrazo y le deseé lo mejor.

Cuando terminó la conferencia y se fueron todos, subí a mi oficina y me puse a escribir un informe de las flamas de las plataformas, me sentí confundido, ya no sabía si eran las flamas de las plataformas o la flama de las plataformas, poco me importó, pues el informe debía quedar en inglés, eso me hizo recordar un podcast de la radio en internet que dice: “We believe in connection, not in perfection”.


Víctor Alba

Ciudad de México, abril 2020

Víctor Alba escribe lo que ve, lee y le gusta, lo hace como una necesidad de poder continuar y seguir adelante, es algo que lleva adentro.

Blog: bicicletacafeypoesia.wordpress.com

Twitter: @victorginec

 
 
 

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