En algún lugar en Londres
- Postal Urbana
- 26 ene 2020
- 3 Min. de lectura
Un domingo.
Hoy salí al parque. Llevo puestos unos mallones y unos jeans encima. Una camiseta, una sudadera, otra sudadera, una chamarra, un abrigo más grande, una bufanda. Y guantes. Son las 3:00 p.m., por lo que hay que salir ya, antes de que obscurezca por ahí de las 4:00 p.m. Camino por Clissold Park en Stoke Newington. Muchos perros y sus dueños jugando a la pelota. Un señor pasa, café en una mano y con la otra empuja una carriola blanca desde donde se asoma una bebita con los cachetes rosas por el frío.
Pienso en Sam a quien acabo de conocer. Lo recuerdo una y otra vez en el pub, los dos cerveza en mano mientras los otros amigos ven el partido de futbol. Salimos a fumar un cigarro y en la plática y con la cerveza y con todo lo que pasa sin que los dos digamos nada sobre eso, el frío es también nada.
Los primeros veinte mensajes en WhatsApp entre nosotros son de comida. Sam dice que trabajó en la cocina de un restaurante lujoso. Empiezo a imaginar cosas. Imagino que algún día preparará fondue que dice le gusta mucho y me invitará a cenar. Nuestra conversación es todo lo que vamos a comer juntos.
Regreso del parque. Hace años que no me siento así. Me escribe antes de irme a dormir. Le digo que lunes es mi primer día de regreso al trabajo. Dice que se acercará hacia mí y me verá donde mejor me acomode, a la hora que le diga. 4:20 p.m. afuera del metro, la estación Angel. Pasearemos por Islington. Tomaremos una cerveza.
Lunes.
Caminamos hasta un pub llamado The Lamb. Yo pago las primeras Guinness. Antes de sentarnos saca un libro de su largo abrigo negro. Una pequeña edición de The Sandman de E.T.A. Hoffmann para mí. ‘Cheers,’ decimos y luego Sam pregunta cómo se dice eso en español. ‘Salud.’ Y luego él dice ‘sláinte’ que es ‘salud’ en irlandés antiguo. Hijo de irlandeses, nacido y educado en algún remoto lugar donde Londres ya casi se convierte en campo. Afuera está completamente obscuro y el pub también lo está. Muy poca gente el lunes a las 4:40 de la tarde. Pero dentro de poco se llena y Sam va por dos Guinness más.
Salimos y nos toma un cigarro para llegar al otro pub cuyo nombre no recuerdo pero que yo conocía de antes. Le digo a Sam que tiene una chimenea y que es un pub muy lindo. Pero mientras hablo lo que realmente está en mi cabeza son unas flores gigantes ligeramente rosas, ligeramente azules, tatuadas en su brazo izquierdo. Entramos al pub. No hay chimenea de ningún tipo. Ahora me pregunto si realmente vi esas flores en su brazo y si eran de ese color. Hay más luz aquí que en el otro pub. Tomamos algo más ligero, a pale ale de algún tipo. Le digo que llegué de México hace un año y medio. Pienso que lo debí de haber hecho hace siglos. Él ahora piensa ir a Perú, tal vez siga México. México, qué ciudades, tendrás que ir. Así es, hay que llegar para que tú te vayas.
Hacemos una última parada en otro pub, una última cerveza y papas fritas.
Cuando caminamos hasta la parada del camión me cuelgo de su brazo.
Quiero besarlo pero todo está tan iluminado, tan lleno de gente este lunes a las 10:00 de la noche que sólo lo abrazo muy rápido antes de subir al camión.
Un viernes.
Llegando a casa me manda un mensaje que dice ‘¿cuándo nos vemos?’ Quedamos el siguiente viernes. Yo estaré saliendo del trabajo en Harrow pero me puedo mover hacia donde esté él. Tomaré una cerveza antes con mis mates del trabajo. Y luego lo puedo ver en la estación Angel otra vez. O en King’s Cross o en Camden. Dice que mejor decidimos luego, pero que ya nos vemos el viernes, en algún lugar en Londres.
Magdalena H. Álvarez Icaza Jackson, Londres, Reino Unido.


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