Es común sentirte estresado cuando vives en una “Jungla de asfalto" como lo es la caótica CDMX y sin duda, buscas la manera de poder relajarte entre tanto claxon y ruidos estruendosos, una forma de hacerlo es con el “vaivén músical", sí, ese que todos llevamos dentro.
Al empezar la jornada por la mañana, - entre tantos inmuebles, algunos más antiguos que otros- en ocasiones, tenemos la posibilidad de ver salir el sol de entre El nervio del volcán.
Partimos de nuestro hogar con la idea de que: Afuera nadie existe sólo adentro, y me refiero a nuestra esencia, en la que decimos: Vida, Metamorfeame.
Iztaccíhuatl, CDMX.
Pues las experiencias que vivamos en el asfalto, serán el “plus” ante el aprendizaje interior, que generará una mejor música en nuestro andar.
Solemos trasladarnos a pie, en automóvil o en transporte público: en aquel de cuatro ruedas, en el tren ligero, en el inmenso gusano naranja subterráneo, en bicicleta. Observando nuestro entorno, al ver a tantas personas movilizándose al mismo tiempo que uno son muchas cosas las que se escuchan y se observan; viene a tu mente el querer decir: Cuéntame tu vida, cuéntamela toda…, pues cada persona es un mundo y en el día a día se escribe más de una historia.
Ante tanta inseguridad y un sinfín de Miedos, no dejamos de lado las ganas de vivir y disfrutar de la música en nuestra vida al caminar por la ciudad. Nos desconectamos un poco del celular, de los libros, de los problemas y esto lo consigue la melodía de un organillero, esas melodías que parecen lograr detener el tiempo y que surjan los recuerdos vividos.
Organillero, Centro Histórico, CDMX.
Liliana Alva, texto y fotos
Twitter: @Musa_de_colores
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